ANGELS GALLARDO
BARCELONA

El riguroso sistema de obtención y trasplante de órganos que aplican ocho hospitales públicos de Catalunya, que ha convertido a la red sanitaria catalana en líder mundial en la materia, podría incorporarse a corto plazo a la estructura asistencial de Gran Bretaña. Expertos sanitarios del Gobierno británico así se lo han recomendado al primer ministro, Gordon Brown. El aspecto de la ley española de trasplantes que más parece interesar a las autoridades británicas es el concepto de que todos los ciudadanos son potenciales donantes mientras no indiquen lo contrario.


No obstante, los responsables de la organización de trasplantes en Catalunya aseguran que este concepto nunca se impone de forma coactiva y, en la práctica, todos los hospitales autorizados para obtener y trasplantar órganos solicitan y respetan la opinón de la familia del posible donante. “Ni siquiera la existencia de un carnet de donante, donde el enfermo expresó su voluntad, nos exime de la obligación moral de dejar que su familia decida”, asegura el doctor Pere Salamero, director de planificación de trasplantes en el Hospital de Vall d’Hebron.

FLEXIBILIDAD EFICAZ
Esta flexibilidad, explican, nunca ha impedido, sino todo lo contrario, que año a año haya aumentado la cifra de autorizaciones para que los órganos de quien ha fallecido se trasplanten de inmediato a enfermos que los precisan para seguir viviendo.
En el 2007, informó la Conselleria de Salut, se practicaron un 11% más de trasplantes de órganos que el año anterior, 786 en total, más 135 implantes de células sanguíneas, piel y válvulas cardiacas.


Lo que las estadísticas convierten en números es un pobre reflejo de la minuciosa actividad de un centenar de médicos, encuadrados como coordinadores de trasplante en 23 hospitales captadores de donantes, que actúan en continua coordinación –24 horas, 365 días– con los ocho hospitales catalanes especializados en el trasplante de órganos.


Los coordinadores de trasplantes de cada hospital, que conocen y administran la listas de espera de quienes precisan la donación de un órgano, son informados del estado en que se encuentran los enfermos más graves, la mayoría ingresados en unidades de cuidados intensivos o en el área oncológica. Analizan sus historias clínicas y, semanas o días antes del eventual fallecimiento, seleccionan a quienes, si mueren, serían susceptibles donantes.


Esos candidatos, siempre son pocos. De los 1.800 enfermos que fallecieron en el 2007 en Vall d’Hebron, 40 fueron objeto de donación de órganos. Quedaron excluidos los afectados por cánceres extendidos a varios órganos del cuerpo, los infectados por el virus del sida o hepatitis, y otros muchos pacientes que, por su edad o deterioro general, no podían ejercer como donantes.

NUNCA ANTES DE MORIR
El coordinador de trasplantes nunca se dirige a la familia del enfermo antes de que exista un certificado de muerte cerebral firmado por un neurólogo, una prueba a la que ahora se añade la medición de la sangre que circula por el cerebro del paciente, y una gammagrafía cerebral. Con esos certificados, y mientras se mantiene de forma artificial la actividad del corazón y los pulmones del enfermo, el técnico en trasplantes pregunta a la familia si accede a que los órganos de su familiar pasen a otro cuerpo y salven una o varias vidas.


“Un 20% nos dicen que no y el resto acceden, en pocos minutos –explica Salamero–. Nunca coaccionamos, por razones éticas y porque no sirve de nada hacerlo. Quien rechaza donar órganos de su familiar lo hace por miedos desconocidos, porque prescinde de la situación de otros enfermos o incluso porque sospecha que detrás de nuestra demanda existen oscuros intereses económicos”.


Obtenida la autorización familiar para disponer de los órganos válidos, se moviliza un delicado y preciso mecanismo de extracción, traslado –si no se encuentra receptor en el mismo hospital– y trasplante. Ese circuito no debe prolongarse más de cuatro o seis horas, en función de la vida posible del órgano a implantar. “El éxito de este modelo radica en que tenemos un personal formado y dedicado exclusivamente a esto, cosa que no ocurre en el resto de Europa, y en que solo se hacen trasplantes en hospitales públicos, sin retribuciones ni posibilidad de soborno”, resume el doctor Salamero.